La Duda

La duda después del silencio,
la distancia de esos besos
que fueron tiernos,
que se recuerdan y no se olvidan

me hace escribir esto.

La duda de seguir queriendo,
de seguir amando, aunque sea así,
bajo el disfraz de la cotidianeidad llana
y la testarudez de seguir recordando
aquello que antes juramos,
o juré al menos yo, nunca olvidar.

La duda que se siente en la mañana
al reconocer que aun no has regresado;
ese titubeo que siento cada vez que camino a solas,
esa maldita incertidumbre sobre la casualidad
de un posible reencuentro,
sobre si en realidad piensas diferente
a como yo recuerdo
o sobre si aún camuflas
–como yo lo hago-
la necesidad de abrazarte, de abrazarnos
con el afán de darle un poco de luz
a la delgada certeza de que volvamos,
tanto como de fe y de acto.

La duda, esa maldita duda
que me angustia por el solo hecho
de frenarme al momento de intentar
decirte todo esto que hoy escribo.

La duda, actitud que paraliza
el raciocinio e intensifica mis desvelos,
me congela y me deja tieso mientras aun veo
en las aguas de mi memoria tu figura
nadando allá a lo lejos.

Esa duda…esa maldita duda
todavía me pisa los talones;
pero eso no quita el hecho
de que a pesar de todo,
yo te siga esperando
queriendo y
recordando.