Sueños IV.

Al bajar del auto, una sensación de abandono y tristeza me invadió cuando sus compañeros palmotearon mi espalda, así como cuando vi los ojos vidriosos de muchos de los asistentes que al igual que yo, y a unos metros más atrás de mí, se dirigían a la capilla del colegio, lugar donde ella nos esperaba.
Pude ver que todos mis compañeros de curso que había invitado estaban ahí, por lo que no pude dejar de esbozar una sonrisa tímida al reconocerlos.
Mientras me acercaba al altar, pude verla. Estaba hermosa, como siempre. No me atreví a mirarla aunque debo reconocer que quise besarla y abrazarla, pero el respeto que la ceremonia merecía me lo impedía. No podía mirarla puesto que sabía que la desesperación, el llanto y las ganas de golpearme la cabeza preguntándome “¿Por qué ahora? ¿Por qué ella?”, me invadirían.
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