Sueños VI

No comprendo que haces aquí.
En primer lugar, aquello de llegar a mi casa sin avisar y entrar en ésta para sentarte al lado mío, en el escritorio, sin dirigirme la palabra no me parece lo más correcto ni menos civilizado. ¿Cuánto tiempo estuviste así, sin mirar, sin hablar?... fueron horas hasta que, sin motivo alguno, abandonas el lugar para dirigirte quién sabe donde, mientras tu imagen permanece en el ambiente.
Espera, ¿por qué me indicas, desde el patio, con la mano que debo seguirte?... ¿por qué te estoy siguiendo?
No entiendo qué quieres decirme ni menos sobre qué quieres conversar si es que he entendido hasta hoy que al parecer dices más con silencios que con palabras; es cosa de mirar tus ojos. Mientras más cerca de ti me encuentro, puedo llegar a sentir el impertérrito frío que tus calmos ojos emanan.
¿Por qué te vas cuando estoy llegando hacia donde estas tú?, ¿por qué me regalas tu espalda y un gran silencio si incluso me acabas de indicar que debía seguirte, a través del patio, a quien sabe donde?
Un pequeño tour por mi casa y nos encontramos ahora en el comedor. No entiendo que hacemos aquí si lo único que haces es observarme y no hablar, cuya consecuencia tácita es el maldito silencio que nos envuelve hasta asfixiarnos.
Espera... ¿qué haces?, ¿Existe algún motivo para que ahora te acerques?
"¿No crees que es muy obvio lo que está sucediendo?"
Todo ese día estuve divagando respecto a lo que se podría haber referido el mensaje de tan explícito contenido... ¿Qué está sucediendo? ¿Qué es lo muy obvio?, pero no fue sino hasta que tuvieron que pasar varios días, y con ellos muchos cuestionamientos, para que pudiera encontrar una solución para el macabro enigma y en verdad, el asunto es sencillo, por no decir trivial:
Soy muy evidente.
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