Revoluciones de café
Se hablaba de reformas y de los males que el pueblo ya estaba cansado de recordar y se planearon bajo un silencio pactado ideas para enfrentar tanto embate injusto, todo ellos iluminados por el simple baile de una vela, mientras que de las cocinas salían aromas que traían mensajes de lugares ignotos: un respetable café, té u otros bebidas lasl cuales bajaban entre sorbos marcados de utopías, sueños y una que otra opinión.
Estas revoluciones salieron de cafés, pubs y restaurantes; eran revoluciones de servilleta bosquejadas en meros trozos de papel de los cuales salió el verbo, se hizo acto y formó cambios, gestó nuevos tiempos, héroes e injustos tiranos; fueron respetadas rebeldías expresadas como reacción a la frustración e impotencia frente a la cómoda postura que poseían aquellos que tenían el poder...Algunos le llamaron Revolución, sublevación o alboroto: no importa el nombre que tenga. Hubo cambios, alegría o cambios para toda una generación, pero… ¿habrán sido para mejor?
Si no tiene contestación alguna, dese el trabajo de ir a tomar un cafecito y recuerde que en un lugar como aquellos se iniciaron grandes hitos que dieron paso a tiempos y circunstancias que nadie jamás nunca imaginó.
Porque yo ya le he hecho y fue para mejor, porque ya cuento en mi cuerpo con una revolución de esas que implican servilletas, cambios y café. Por eso cada día que pasa aprecio el sentarme a beber café, pero aun más a ese que se conversa (que conversamos), ese cuyo sabor se templa con cada gesto y palabra, aquel que se sirve hirviendo, negro y sin azúcar…aunque si uno a ésta última quiere, no la tiene y la busca, siempre tendrá una buena cafetería donde podría encontrarse con ella.
Yo, como decía, ya tuve mi revolución...y si, encontré la mía.