Por un año y un puñado de días, este espacio, ha sido el lugar donde decantan pensamientos, visiones y sueños.
Durante este tiempo [368 días para ser precisos] (un paréntesis es la mejor forma de resumir tal período), mis canciones han cambiado, aprendí a expresar olvido, comencé a creer de nuevo, escribí kilómetros de prosas: centímetros de indiferencia, metros de asombro, kilómetros de locura.
Comprendí que soy más silencio que palabra y más análisis que determinación y es cierto que sólo escribo y poco hablo, por temor a que lo dicho no sea más que una vil acotación.
Por que busco ser un buen paréntesis en tu vida (amo los paréntesis); más que un comentario, un momento, una ocasión, yo persigo ser el sujeto de tus oraciones, la nueva tinta de un destino que dice “juntos”, que es muy distinto al que hace meses la afonía de mi memoria obligaba a escribir sus crónicas de frío, ausencia y dolor.
Y es verdad que hoy, sin a penas conocerte {o al menos eso creo yo}, aun tengo la [estúpida] necesidad de hacerlo, al menos intentarlo; pero no es algo que yo pueda hacer solo, necesito ayuda, la tuya y es por eso que te pido me dejes hacer un par de cosas antes:
1. Déjame acercarme, cerrar mis ojos y recordarte de memoria.
2. Déjame convertirte en la paisajista de mis sueños
3. Déjame convertirme en un perito de tu existencia.
Y todo esto por que con un manojo de tu palabras más un poco de tu risa, un minuto de silencio, dos de conversación, tres de atención y cuatro [más quisiera yo] de tu compañía, me obligan a recordarte y a imponerme esa necesidad [inexplicable] de extrañarte, soñarte.
Pero sin palabras no hay más nada que las ganas de toparme nuevamente contigo [que sea algo casual] y descubrir de una vez por todas si podemos ser cómplices en la autoría de nuevas memorias que relaten, al menos, lo acontecido en un paréntesis de vida...
Acompáñame a contar estrellas, a vivir el presente, a esculpir futuro.
Sigue mis silencios cuando ya no haya palabras.
Comprende mis lecturas, mi mutismo; leamos gestos y emociones (¡Valen más que mil palabras!).
Cédeme un lugar en tu repertorio de palabras, mientras yo aumento el cupo que ya tienes en las mías. Dame aire, luz, cordura, que yo seré feliz cuando abrace el calor que tu cobijas.
Procúrame al menos un minuto de locura cuando hablemos y veamos la realidad (que al menos, sabemos, es una).
Déjame en realidad darte a entender que (sí, es cierto) me gustas.