CUENTOS COTIDIANOS
Pensando fríamente en lo que haría en los próximos segundos, siguió caminando mientras paso a paso la mente se le iba enderezando y las manos crispando por el solo hecho de pensar en lo que estaría por hacer.
Se había bajado del deportivo, y junto con ponerle la alarma, pensó y sin tener muy claro el por qué lo hizo, que en su país si había desigualdad, que no todos podían elegir como él; que pocos podían matar como él, y lo mejor, pagar por ello.
El 'cuándo' ya lo había decidido y debía ser ese momento; el 'cómo', lo sostenía religiosamente con su mano izquierda, empuñándolo discretamente en una pequeña bolsa plástica.
Se acercó a su destino e inconcecuentemente, aunque después el lo catalogó así, le rezó a Cristo. "Perdóname por lo que estoy por hacer", respiró profundamente y tocó el timbre.
Segundos eternos acompañaron el golpeteo de su acelerado pulso en sus sienes, hasta que de pronto la puerta se entreabrió. Apareció una rubia muchacha tímida que lo miraba de reojo.
Se miraron en silencio y él súbitamente sustrajo el contenido de la bolsa.
-Tómate una ahora y la próxima en doce horas más.
Así lo hizo ella y juraron que ese acto a nadie se lo dirían jamas.