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Entre Imaginarios y Realidades

domingo, octubre 30, 2005

Tengo un par de preguntas

¿Cuántas veces te dije que tenía la capacidad de mirarte e identificar el momento en el cual me mentías, engañabas? No puedo calcular las veces que te comenté que tus ojos decían muchas cosas, que me entregaban una segunda lectura de tus emociones y sentimientos.

¿Cuántas veces traté de mirarte a los ojos y tú desviabas la mirada? ¿Cuántas veces distinguí odio y temor en tus pupilas y no tuve la valentía de enrostrarte y preguntarte lo que sucedía?

¿Cuántas noches no dormí tratando de descubrir lo que se gestaba en tu mente?

¿Cuántas veces…? Incontables.

¿Cuántas noches pensé que sería lanzado al olvido?

Aquella en que lo hiciste, y claramente no pude enfrentarlo por culpa del terror que consumía mi cerebro, aquel pavor que congelaba mi memoria en los buenos momentos con el argumento de tratar de que nuestra vida fuera como aquel pasado el cual tanto añoré.

Lloré también por que no veía un nuevo rumbo que pudiese tomar; lloré, y no me arrepiento de haberlo hecho porque hoy estoy más tranquilo, alivianado sin carga ni cruz que llevar porque hoy busco y espero el momento preciso en el cual pueda vivir a sabiendas que supe volver a querer, sumergiéndome en embates de la alegría cuando vea que alguien se encuentra en el mismo escenario, en la misma arena donde las palabras sobran y los silencios indiquen complicidad en su máxima potencia, donde una simple mirada me cuente lo que sucede en su alma.


Fotografía de Ana Mafalda Peréira.

viernes, octubre 28, 2005

Profecía de un encuentro

No tengo palabras para describir lo que esta sucediendo. No tengo la menor idea de lo que realizaré ni menos de lo que debo pensar. Estoy atado de manos y pies y mi inmovilidad insulta mis ideas que me gritan que ahora es tiempo de cambiar. Sé que debo actuar y asumir que ya todo no es igual y que la soledad, gran catedrático para todo aquel que debe meditar, aunque sea un gran acompañante, puede dejarse de lado para abrir las puertas a quien tenga la suficiente honestidad para decir que no se acostumbrará a mi, sino que exclame a los cuatro vientos que daría su vida por mí, así como yo daría mi vida y la siguiente por ella.

Quizás cuando la encuentre, su presencia, en clara muestra de su hallazgo, quedará buceando en el contexto y será ahí, me lo aseguro, cuando no comprenderé el por qué su imagen se pasea por mi mente y bombardeará mi conciencia con preguntas que no podré contestar.

¿Pero acaso profetizar asegura lo que viene?

No, eso está claro.

Yo solo digo, que cuando esto ocurra, sabré (al fín), que existe vida en esta tierra


domingo, octubre 23, 2005

Se busca...

Busco mujer positiva, de simple figura,
que sepa que conmigo puede contar siempre,
que pueda quererme (requisito supremo),
que sepa cavar para enterrar mi pasado en el olvido,
que enumere las veces que le diría “te quiero”,
que enderece mi mente,
que nunca utilice caretas,
que la palabra fidelidad esté en su diccionario,
que no diga que esta última sólo se encuentra en los grandes equipos de sonido,
que me regale mil abrazos,
que sonría con sus ojos,
que emane kilos de ternura,
que me llene por completo…
Busco en definitiva felicidad, buenos momentos…Cualquier interesada, ya sabe, donde encontrarme...

Pero, ¿es mejor buscar o esperar?
¿Alguien con alguna respuesta?



Fotografía de Joao Caetano Dias, "Spot on Her".

domingo, octubre 16, 2005

Cumpleaños...

Hoy cumples veinte años

Y no estoy a tú lado.

No es algo que me preocupe

Hay otra cosa que me espanta

Que me urge, consume

No eres tú, no soy yo.

Al diablo tu cumpleaños

Al diablo tu indiferencia,

Tus caricias, mis desvelos.

Hay algo que me asombra,

Alguien que me desconcierta

Ya no eres tú;

Mi pasado ya no me condena.

No entiendo que sucede

Es algo nuevo me parece

Desconcierto, duda y temor

Son tres palabras simples

Que describen lo que siento hoy

¡Y qué más da si la culpable

De esto no eres tú, no soy yo!

¿Qué diablos puedo hacer?

Si hay alguien que me hace pensar diferente…
que me hace creer que en mis manos
esta el don de mejorar mi ventura...

Lo acepto…hay alguien diferente a ti…

Por eso hoy escribo, por que hoy entiendo

Que puedo volver a ser feliz

Que sobreviví y que sin ti puedo vivir.



P.S= Feliz Cumpleaños.

domingo, octubre 09, 2005

Fotografías.

Siempre he profesado que el pedir fotografías a las personas que uno quiere, estima o ama, es sinónimo de futuro olvido.

Esa necesidad de guardar imágenes de quienes uno aprecia no me parece lógica

Nunca le pedí una fotografía. Me bastaba con cerrar los ojos y poder verla, siempre estaba ahí presente y hoy en día su imagen ya es difusa y poco clara;

ya no me atormentas, ya no me ahogas porque hoy respiro tranquilo sabiendo que puedo surgir de la nada, salir de ese hoyo desde el cual pensaba que mi única salida eras tú.

El tiempo me enseñó que tu imagen ya no es nada, que tus fotografías ya no existen y lo más importante, aprendí que tú eres un sinónimo de olvido y que al final de nuestra relación yo me transformé en tu amante...

La pintura se títula"Lovers" de Renee Magrite.

miércoles, octubre 05, 2005

Renovaciones...

Hoy decidí cambiarle el nombre a este blog; el anterior ya no me identifica. El primer nombre que le di: "Recuerdos y Escritos", dejó de llenarme.

Uhm… ¿Qué más da ahora cuando ya no está y soy yo quien debe comenzar de nuevo? He ahí lo trascendente de todo esto; yo soy quien debo crear un nuevo rumbo, quien debe aprender a dejar atrás el pasado, a escribir mi destino con otra tinta.

Nadie más que yo puede revertir la situación, sólo yo y nadie más.

Y es que me he convertido en un sobreviviente.


lunes, octubre 03, 2005

Sueños III.

Lo que viene a continuación es un sueño que tuve el 19/02/04 que redacté a la noche siguiente. Me tomó desde las 01:55 a las 03:52 a.m.

El sueño está compuesto de dos partes, que son totalmente diferentes y al mismo tiempo atemporales ya que no siguen una trama lógica-lineal.

Sueños IV.

Zapatos, terno, camisa y corbata: completamente de negro estaba vestido para la ocasión.

Al bajar del auto, una sensación de abandono y tristeza me invadió cuando sus compañeros palmotearon mi espalda, así como cuando vi los ojos vidriosos de muchos de los asistentes que al igual que yo, y a unos metros más atrás de mí, se dirigían a la capilla del colegio, lugar donde ella nos esperaba.

Pude ver que todos mis compañeros de curso que había invitado estaban ahí, por lo que no pude dejar de esbozar una sonrisa tímida al reconocerlos.

Mientras me acercaba al altar, pude verla. Estaba hermosa, como siempre. No me atreví a mirarla aunque debo reconocer que quise besarla y abrazarla, pero el respeto que la ceremonia merecía me lo impedía. No podía mirarla puesto que sabía que la desesperación, el llanto y las ganas de golpearme la cabeza preguntándome “¿Por qué ahora? ¿Por qué ella?”, me invadirían.

No lloré hasta haber llegado a su último hogar, en el cual caí, abatido, de rodillas al lado del ataúd, abrazándolo, mientras me maldecía a mi mismo por no haberle dicho que la amaba y que su recuerdo estaría siempre conmigo, hasta que nos volviéramos a ver.

Sueños V.

La semana del colegio estaba por finalizar y la rivalidad entre los cuartos medios era ya insostenible. Sus puntajes respectivos eran muy similares y las ganas de ganar, inconmensurables.

Ambos cuartos sabían que aun poseían una sola opción para obtener el puntaje necesario que los convirtiera en los amos y señores de la semana: la prueba sorpresa que cada curso debía presentar para las cual estos tenían una carta comodín que les permitía doblar el puntaje obtenido en la prueba. Ambos sabían que algo muy bueno debía ocurrírseles.

Estábamos concientes de lo que sucedía por lo que fuimos al colegio a darles ánimo. Al llegar, nos dimos cuenta que su prueba era un cuanto arriesgada.

Llevaban días practicando y muy pocas veces habían fallado. Fue en una de las prácticas en las cuales irrumpimos en su sala mientras un cegado compañero, mediante una venda, lanzaba dagas a una tabla que una de sus compañeras, asustada (creo que “presa del pánico” hubiese sido más gráfico), sostenía.

Al ver esto, mi compañera no halló nada mejor que estrangularme la mano; no puede estar cerca de objetos punzantes o con mucho filo. Mientras ella no accedía a moverse, sus compañeros se acercaban a conversar con nosotros ya que no los veíamos desde hace meses.

Fue en ese momento que quien lanzaba las dagas, pidió a alguien, cualquiera que fuera, que tomara la tabla, que había sido dejada apoyada en la muralla, y que la dejara en otra parte por que ya comenzaba a dañarse la pared.

Ella, que estaba más cerca que todos por lo que se acercó a tomarla. Los siguientes segundos no los percibí como tales, sino como siglos. Todo fue astillas, sangre y pánico.

El maldito lanzador tiró una última daga mientras Ella tomaba el trozo de madera; solo recuerdo que logró protegerse, aunque no fue lo suficiente. La tabla ya estaba rota y lo único que vi fue su cuerpo arqueándose hacia atrás mientras la daga se clavaba en su esternón. Muy pocos lograron captar lo que sucedió y fue gracias al silencio que reinó en la sala; nadie creía lo que estaba sucediendo. Algunos corrieron por temor, que sé yo, y otros se dedicaron a ver como Ella caía al suelo mientras miraba su pecho ensangrentado.

Al golpear su espalda la muralla y luego de haber escupido un poco de sangre, miró a todas partes, como buscando ayuda y sólo encontró mis ojos. Nuestras miradas coincidieron; la mía era de plena incredulidad la de ella, puro terror. Mucho terror.

Al acercarme a Ella, refunfuñó, entre sollozos, que odiaba la sangre, que no la soportaba y que tenía mucho miedo…Era lo único que compartíamos en ese momento. Miré a mí alrededor y pude ver que algunos llamaban a su familia mientras que otros, ya gritaban que la ambulancia llegaba en 2 minutos; 120 segundos y todo acabaría.

Giré mi cabeza para observarla y vi su frente perlada de sudor.

Te amo- me dijo y una tos acompañada de sangre bañó mi cara cuando me acercaba a besarla al mismo tiempo que tomaba una de sus manos, que ya estaba helándose, y que trató de mover pesadamente para acariciarme el rostro. Me decía entre sollozos que no la olvidara, por que “yo no lo haré”…y no la pude escuchar más. Mi llanto de desesperación interrumpió el silencio críptico de la sala; no podía soportar el hecho de ver que su vida se le escapaba como granos de arena entre los dedos. La sostuve con sutileza y pude escuchar un gorgoreo cuando respiró. La sangre se hacía paso hacia los pulmones, disminuyendo la superficie de intercambio gaseoso haciendo que ella respirara forzadamente hasta el punto de ahogarse cual nadador enredado entre algas.

Sabía lo que sucedía y no se lo dije. Noté que parpadeaba dificultosamente mientras se traba de erguir, cosa que impedí. Ella no lloraba y yo lo hacía como nunca antes lo había hecho; pensaba que la ambulancia venía en camino y que la tecnología haría de las suyas para que así el sueño de estar juntos hasta siempre no naufragara para después recordar este mal momento como un gran susto.

Nada más pude pensar ya que ella había tomado la palabra para esgrimir lo siguiente:

"Siento no poder…no poder cumplir con nuestro sueño…no…no me olvides" – para luego toser bruscamente. No la dejé seguir hablando ya que la abracé fuertemente, como tratando de evitar su partida. Nos quedamos unos segundos así, hasta que noté que aun había compañeros de ella que observaban la macabra escena. Al momento de mirarlos, todos se marcharon lentamente, como siguiendo la respiración de Ella que a cada momento se hacía más lenta, y nos dejaron como presagiando la necesidad de un momento de intimidad.

Al quedar solos pude observarla más detenidamente. La herida ya no sangraba como antes y sus uñas comenzaban a ponerse azules, cosa que descubrí cuando vi su mano tomando mi diestra y llevándola hacia mi pecho. Presionó mi mano y abrió los ojos desmesuradamente mientras movía su cabeza de izquierda a derecha como negando algo; me miró al mismo tiempo que lloraba mientras susurraba un apenas audible “¿Por qué?..."

Para tranquilizarla, le besé la frente mientras decía que me amaba, que no la olvidara…y su mano delicadamente dejó de presionar la mía. Comencé a gritar “¡Te amo, me oyes...! ¡Te amo!...” y vi como su cabeza se relajaba al igual que su tórax. Era su último adiós y no pude decirle cuanto la quería. La abracé esperando que parte de mis energías y fuerzas pudiera dárselas; la abracé esperando a que dijera algo.

Ya no respiraba ni hablaba, se había ido.

La levanté y la saqué de la sala. Escuché gente sollozando y pude distinguir, a través de la cortina de lágrimas que caía por mis ojos a mucha gente sorprendida y a otras que corrían, escapando del caballero de capucha negra y guadaña.

Todos nos abrían el paso mientras yo descendía las escaleras llevando el cuerpo mientras que varios curiosos se apilaban a ver que es lo que había sucedido.

En mi mente, un solo pensamiento se gestaba: de ahora en adelante, me encontraba solo.

Fue lo último que pensé antes de recostarla personalmente sobre la camilla de la ambulancia que había demorado sólo 3 minutos en llegar. Alguien me preguntó si subiría a acompañar el cuerpo a lo que respondí que no; tenía que asimilar lo que había sucedido.

La vi partir y me quedé estático, tieso en la mitad de la calle hasta que lograron moverme unos minutos más tarde.

Luego de unas horas, y después de haberme quedado sentado en la vereda mirando mis manos ensangrentadas me fui caminando en silencio a mi casa, dejando el auto estacionado quien sabe donde.

En mi casa, ya estaban enterados de la noticia, por mi parte no les conté nada, no hablé con nadie, ni con sus padres. Estuve mudo y sin comer por horas, es más no dormí hecho que se prolongó por semanas, incluso después del funeral.